En mis años vividos, sobre todo desde que mi hombría se hizo evidente, mi percepción de la belleza de la mujer ha ido cambiando con el tiempo. Antes, los pechos firmes, la cintura estrecha, las caderas tentadoras, piernas torneadas eran motivo de hartos suspiros y harta felicidad. Ahora, cobra más importancia de lo que está hecha la mujer: sus valores, su inteligencia y su manera de conducirse por la vida.
Esto es lo que puede ocasionar que una mujer tenga de mí una de dos posibilidades…
Muchos suspiros o mi amor por ella.