La mujer le preguntó …
– ¿A cuánto estás vendiendo los huevos? -.
El viejo vendedor respondió …
– A $5 el huevo, señora -.
Ella le dijo …
– Tomaré 6 huevos por $20 o me iré -.
El anciano vendedor respondió …
– Esta bien señora, llévelos al precio que usted quiera. Puede ser que este sea un buen comienzo, porque hoy no he podido vender ni un solo huevo -.
Ella tomó los huevos y se fue sintiendo que había ganado. Se subió a su automóvil y se fue a un elegante restaurante con una amiga. Allí, ella y su amiga, ordenaron de la carta, lo que mas les gustaba. Comieron un poco y dejaron mucho de lo que ordenaron. Luego ella fue a pagar la cuenta. La cuenta le salió $450, ella dio $600 y le pidieron al dueño del restaurante que se quedara con el cambio.
Este incidente podría haber parecido bastante normal para el propietario pero, muy doloroso para el pobre y anciano vendedor de huevos.
La cuestión es …
¿Por qué siempre demostramos que tenemos el poder cuando compramos a los necesitados?
¿Y por qué somos tan generosos con aquellos que ni siquiera necesitan nuestra generosidad?
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