Armando Payán

Mirando las estrellas me di cuenta, que en cada una de ellas existe un paraíso. Mirándolas a ellas descubrí la infinidad de cosas que perdemos.

Levantarme cada mañana sin más en mi mente que la ir a mi trabajo y vivir el día lo mejor que puedo, ha significado a lo largo de muchos años un vacío espiritual abismal. Un poema para mi esposa a la que cariñosamente llamo Glow, matiza con un dulce calor el gran amor que siento por ella.

En no pocas ocasiones en mi época de estudiante, participé en una serenata. Algunas para esposas, novias, mamás de amigos; o personas que nos contrataron para cantarles a las mujeres de su vida. En otras, para mi novia o mi madre. Pero nunca antes vi una serenata para un hombre. Ese día a alguien se le ocurrió llevarle serenata a un caballero. A mí.

A mí me tocó ser papá, la difícil tarea de ser papá. En ocasiones me pregunto ¿por qué no fui mamá? A ellas las aman. Anhelo ser amado de esa manera. Soy el papá, como todos, que está entre el odio y el amor.

Nunca me imaginé ser abuelo. No tan pronto al menos. Tampoco imaginé la dicha tan grande que es ser abuelo. Cuando eso sucedió, las cosas más hermosas sucedieron en mi corazón como este poema para mi nieta.

Un poema para el maestro que todos los días se brinda en las escuelas para cambiar conciencias, forjar espíritus, hacer de los individuos personas de bien y útiles para su país.