REFLEXIÓN Y SENTIMIENTOS

CORONAVIRUS: LA MUERTE EN TIEMPOS DE PANDEMIA

En los días finales de nuestra vida seguramente desearíamos hacerlo rodeados del amor de nuestra familia, algo así como una despedida de esos seres con los que compartimos infinidad de cosas durante nuestra existencia. Todo cambió desde hace algunos meses, apareció en el mundo coronavirus. Llago a cambiarnos la forma en que vivimos, tal vez para siempre. Estas letras están inspiradas en esas personas que están sucumbiendo al coronavirus, palabras que expresan lo que sintieron en sus últimos días en solitario rodeadas de aparatos, médicos y una soledad que seguramente debió ser terrible.

EN SOLEDAD ESPERO LA DULCE MUERTE

«Lo más importante es disfrutar de tu vida para ser feliz, es lo único que importa.»

Audrey Hepburn
Mis días eran como la primavera, 
cálidos y maravillosamente bañados por la luz del sol, 
el olor a café matizaba con oleadas de buenos sentimientos todas mis mañanas,
la alegría estaba presente en todo momento, 
en cada sonrisa de mis labios, 
en cada acción de mi cuerpo, 
en todas las aventuras que viví mientras la vida me sonreía.

«Respirar lentamente es como un ancla en medio de una tormenta emocional: el ancla no hará que la tormenta se vaya, pero te mantendrá firme hasta que pase». 

Russ Harris
Y entonces todo cambió, 
mi cuerpo enfermó, 
de pronto me ví en un cuarto de hospital rodeado de máquinas,
doctores y enfermeras, 
por la ventana miraba al virus 
que amenazaba mis días soleados, 
su nombre... coronavirus.

Las estrellas fugaces de las noches de cielos oscuros, 
pintaban de esperanza a mi espíritu indomable, 
no podía darme por vencido, 
nunca lo hice, 
no lo haría ahora, 
los días con sus mañanas y tardes 
aún cantaban para mí un soneto de lucha, 
la vida es tan bella, 
en casa me esperan y yo todavía quiero vivir.

«El infierno está todo en esta palabra: soledad.»

Víctor Hugo
Pasan las horas, 
pasan los días y yo aquí muriéndome sólo, 
esta es la sentencia para los desdichados en tiempos de pandemia,
 transitar en soledad por el campo de los apestados, 
sin quién me dé un mendrugo de amor,
 incomunicado, 
apartado de los míos, 
esperando a que mi organismo combata al enemigo,
 pero mientras tanto, 
sigo muriéndome en la más terrible soledad.

El sonsonete del respirador insiste en rescatarme de mis ahogos,
apaga mis sueños,
martiriza mis sentidos,
nubla mi razón, 
marca el reloj de mi respirar cada vez más decrépito,
susurro infernal que atemoriza al espíritu indomable hace tan poco tiempo atrás.

«No existen las despedidas entre nosotros. Allí donde estés, te llevaré en mi corazón.»

Mahatma Gandhi
Colapso, en un respirar colapso,
mi tiempo se acaba y mi aliento también,
comienzo a entender que termina mi martirio,
ya no puedo más,
mi corazón grita que luche, pero mi alma clama por que llegue la paz,
mis ojos se niegan a cerrarse en un sueño eterno,
pero la soledad entre estas paredes me anima
a dormirme para no despertar jamás.

Apaguen las máquinas,
apaguen la luz,
ven dulce muerte y dame el descanso.
Adiós a mis hijos,
al amor de mi vida,
adiós a mis hermanos,
adiós a mis amigos,
aunque no puedo despedirme desde la celda de mi muerte,
me despido de esta vida deseando que ustedes,
no pasen por este valle donde el olvido
es necesario para no contraer la peste.

«Ven muerte tan escondida que no te sienta venir, porque el placer de morir no me vuelva a dar la vida. Así sea tu venida si no desde aquí me obligo, no, que el gozo que habré contigo me dará de nuevo vida.»

Santa Teresa de Jesús
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