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LA MURALLA: POEMA RECITADO EN LA ISLA GRANDE

La mezquindad de los seres superfluos sólo causa malas vibras en mi vida. Dejar pasar lo que no me sirve, es algo que debo hacer todos los días. Hay que poner una muralla a todo aquello que es tóxico. Mi exterior es fiel reflejo de lo que traigo adentro. ¡Los ojos son el espejo del alma!

Hay seres que con sus palabras te envuelven en nubes de terciopelo y amansan cualquier desavenencia ocurrida durante el día que se termina.

Levantar una muralla en donde la maldad del hombre pretenda entrar en mi vida. Derrumbarla para que el bien permee cada rincón de mi alma. 

Venid pues un poema recitado alguna vez en la isla grande, en la Cuba de Nicolás Guillén.

LA MURALLA 

Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos:
Los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.
¡Tun, tun!
¿Quién es?
Una rosa y un clavel...

¡Abre la muralla!

¡Tun, tun!
¿Quién es?
El sable del coronel...

¡Cierra la muralla!

¡Tun, tun!
¿Quién es?
La paloma y el laurel...
 
¡Abre la muralla!

¡Tun, tun!
¿Quién es?
El alacrán y el ciempiés...

¡Cierra la muralla!
Al corazón del amigo,
abre la muralla;

al veneno y al puñal,
cierra la muralla;

al mirto y la yerbabuena,
abre la muralla;

al diente de la serpiente,
cierra la muralla;

al ruiseñor en la flor,
abre la muralla...
Alcemos una muralla
juntando todas las manos;
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte...
Por algunos años he podido mantener este blog costeando los gastos que esto implica. Pero en los últimos tiempos se me ha complicado. 

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