Las batallas ajenas que no hay que librar, son aquellas que nos traen intranquilidad de cuerpo y alma. Siempre será preferible buscar la paz que seguir riñendo contra lo que no puedo cambiar.
Llegada la noche, me llega una inmensa necesidad de claudicar a las desavenencias del día que termina, ver pasar las inmundas actitudes de algunos seres y hacer de cuenta que no las vi.
El sueño que en ocasiones no puedo conciliar, me guarda todavía breves batallas con mis emociones mientras llega el momento de caer en el mundo del inconsciente.
Son mis conflictos con mi deseo de luchar por los que no quieren luchar y mis anhelos de tener un día de paz. O quizás sea la victoria de hacer más por los demás lo que traiga tempestad a mi corazón.
Las luchas constantes contra lo que no puedo cambiar, desgasta mi espíritu y merma la energía de mi cuerpo. La terquedad de mi ser me hace volver una y otra vez al mismo punto, al momento en que voy a la cama a dormir.
Pero apenas amanece y me lleno de energía, me apresto para la batalla, afilo mis armas para la pelea con quien quiera despertar a un león dormido. Las batallas ajenas las haré mias si así lo dicta el Ser Supremo.
Por algunos años he podido mantener este blog costeando los gastos que esto implica. Pero en los últimos tiempos se me ha complicado.
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