Un día fui referenciado como un «bueno para nada». Por cierto, no de frente. Fue a mis espaldas como suele hacerlo algunos que andan por el mundo. Luego entonces caí en una profunda reflexión.
– ¡Oye! – gritó mi cónyuge – hazme caso
– Yo: ¿Eh? ¿qué pasó?
– Ella: ¿Pues que tienes? pareces ALBERT EINSTEIN en sus reflexiones sobre el efecto fotoeléctrico.
– Yo: ¿Tú crees que soy un bueno para nada?
– Ella: ¡Mmm! deja veo. Será, no será, será no será.
– Yo: Déjate de hacerte la chistosa y dime.
– Ella: ¡Ay no le hagas! mira para el cielo e imagina que ves a tu mamá entre las estrellas ¿crees que esa gran mujer vivió y sufrió para criar un bueno para nada?
– Yo: Continúa …
– Ella: Ahora ven, leamos la Biblia. ¿Reconoces los dones que Dios te dio?
– Yo: Conozco mis defectos y he aprendido a reconocer mis virtudes. ¡Claro que los reconozco!
– Ella: ¿Has hecho de tus dones algo para bien o para mal? ¿Para ti sólo o para tu familia? Algunos de esos dones ¿Los has usado para el bien de otros? ¿Eres egoísta? ¿Inhumano? ¿Te preocupas sólo por tu bienestar o por el de otros seres humanos? … ¿le sigo?
SILENCIO
– Ella: ¿Por qué piensas eso?
– Yo: Me dijo un buen amigo que un tipo habló mal de mí
– Ella: Esto no lo dice la Biblia, pero una de dos, ¿El tipo ese es el más dotado de virtudes del mundo o es un perfecto idiota?
- Yo: ¡Lo segundo!
– Ella: ¡Ahí tienes tu respuesta!
Por algunos años he podido mantener este blog costeando los gastos que esto implica. Pero en los últimos tiempos se me ha complicado.
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